Valeria en Blanco y Negro es la tercera novela de Elísabet Benavent y la tercera de la Saga Valeria. En ella seguimos con las vivencias de Valeria y sus amigas.
En esta ocasión la novela empieza con una Valeria muy enfadada al encontrar un sujetador que no es suyo en la casa de Víctor. Valeria se siente humillada, engañada, estúpida, pero pronto conoce a Bruno, escritor como ella y con el que va a vivir momentos sexuales muy distintos de los que hasta ahora había vivido. Pero ¿Y Victor? ¿Podrá superarlo ella? ¿Y el?…
Y mientras el mundo de Valeria se pone patas arriba, el de sus amigas van tomando forma. Lola, que ya no quiere saber nada de relaciones locas, conoce a Rai en las clases de chino, un chico con el que se entiende muy bien, pero que esconde un pequeño secreto. Carmen, que se enfrenta a todo lo que supone organizar una boda y que por momentos vivirá situaciones que la superaran. Y por último Nerea, que a decidido dar un cambio a su vida y hacer algo que de verdad le llena y le gusta, creando su propia empresa de organizar eventos.
Elísabet Benavent nos vuelve a traer una novela divertida, contemporánea y sensual con la que volveremos a reir y emocionarnos.
Fragmento de la novela:
Los brazos de mi acompañante me apretaron más contra él y olí su perfume con placer. Su pecho se hinchó en un suspiro y lo miré a la espera de que dijera algo sabio.
—Bueno —sonrió, mirándome también—. Esta es solo la forma elegida por ella para dar el paso y crecer. No tiene por qué dejar de ser lo que es para ti. El resto no tiene por qué desaparecer.
—¿No?
—No —negó, y los mechones de su brillante pelo negro vibraron—. Ya verás como no.
Bruno y yo nos besamos y, como siempre, una descarga sexual me atravesó el cuerpo. No, con Bruno era complicado besar con ternura. Con Bruno era complicado tratar de hacer el amor.
Pero pensaba que él era la decisión adecuada. ¿Por qué? Porque no tenía ganas de dramas y porque todo lo que Víctor y yo sentíamos era tan absolutamente intenso que no sabía gestionarlo. Dudaba que pudiéramos hacerlo alguna vez. Supongo que, como pasa con las grandes cosas de la vida, la respuesta es simplemente evidente y toda explicación que nuestra mente racional quiera darle carece de sentido. O a lo mejor fue aquella conversación, en la puerta del local donde Lola celebró que nunca más cumpliría los veintialgo, lo que me empujó a creer que Bruno ofrecía algo de verdad, que podría dar. Quizá había sido la noche con Víctor lo que me había convencido de que hay historias que es mejor no retomar.
Bruno no prometía imposibles y si los prometía era porque estarían a su alcance, para engarzarlos en mi pelo y, al mirarme, jurarme que sería su diosa. Encontraríamos ese rincón de intimidad que no hiciera falta teñir de deseo. Encontraríamos la manera.
Entonces… ¿por qué prefería no pensar en Víctor? ¿Por qué me daba la sensación de estar contentándome con algo fácil y cómodo en lugar de pelear? No, Víctor era demasiado para mí. Y yo era demasiado para él. ¿Demasiado qué? Ni lo sé.
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