Nunca Seré tu Héroe de María Méndez Ponte nos cuenta la historia de Andrés, una historia amena y divertida, que refleja muy bien los problemas y las inquietudes de los adolescentes. En ella nos encontramos unos personajes muy verosímiles y cercanos, con los que cualquiera se puede sentir identificado.
Cuando uno tiene quince años, lo último que necesita es a su madre persiguiéndole para que estudie. Andrés no sólo tiene la cara plagada de acné, lo cual le supone un trauma, sino que tiene que lidiar con su hermana pequeña, Paula, que quiere emparejarlo con su mejor amiga, y con su hermano mayor, que se cree muy listo y se dedica a hacerle la vida imposible. A esto hay que sumarle el hecho de que Sara, su ex novia, le ha dejado por el tío más pijo e insoportable de la clase, Jorge, con quien, por cierto, tiene que hacer un trabajo de historia y esto hace que su relación cambie para bien. Por suerte, tiene a Dani, su mejor amigo, compañero de fatigas y suspensos. Él será quien le ayude a mantenerse a flote, lo cual no será tarea fácil en un ambiente tan viciado y abrumador como el de su instituto.
La vida de Andrés da un giro inesperado cuando un día se encuentra a Belén, una compañera, llorando en la cafetería. Desde ese momento, el protagonista se convertirá en su punto de apoyo y comprenderá que, mientras unas cosas mejoran, otras empeoran, y que lo único que se puede hacer es intentar sobrevivir.
Nunca Seré tu Héroe es probablemente la novela más conocida de la autora gallega, María Menéndez-Ponte, pero no es la única novela que merece la pena de esta prolífica escritora, os recomendamos que echéis también un vistazo a Yo digo amor, tú dices sexo y a El poso amargo del café, en las que una vez más trata temas habituales de la adolescencia.
Así comienza esta novela:
1
Andrés, estudia. ¡¡Andrés, estudia!! Andrésestudia. Andresestudia… Andrés Estudia. Me llamo Andrés y me apellido Estudia. Me tienen harto, siempre con el mismo rollo. Mi madre, con tal de verme encima del libro y sin escuchar música, está contenta. Aunque esté pensando en las musarañas, es la leche. No entiende que yo pueda estudiar con música. Y no para de comerme la olla todo el día, que si tengo poca disciplina, que si no hago más que hablar por teléfono, que si no tuviera a Valeri Mazza en la carpeta, me distraería menos. Más me distraigo en la clase d la Rambo. ¿Cómo voy a atender si delante tengo a Belén, que es la tía más buena de la clase? Pero como para contárselo a mi madre. Es capaz de ir al instituto y pedir que me encierren en una cápsula espacial. Y no digamos cuando empieza con el rollo de la responsabilidad, menuda plasta. Si la llevo al Parlamento, acaba con todos los parlamentarios. Parece de la Gestapo: ¿dónde has estado?, ¿con qué amigos has salido?, ¿qué tomasteis?, ¿y estaba Dani?
Siempre con segundas, claro. Porque a Dani lo tiene enfilado desde el día en que nos agarramos juntos un pedo monumental. Y piensa que, si moy con él, voy a beber. Está obsesionada. Menuda me armó el otro día porque estaba bebiendo una cerveza. Muda se quedó cuando se enteró de que era sin alcohol. Pero es que tiene la manía de acusar antes de preguntar nada. Y luego dice que estoy todo el día cabreado…, si es ella la que me cabrea. José sí que tiene un chollo de padres. Hasta le han comprado una moto. Y eso que no pega sello, está en cuarto de la ESO con diecisiete años…Además, le dejan ir a las discotecas hasta las tantas de la noche; y no le someten a un tercer grado; ni se meten con su modo de vestir. Tronco, tiene una chupa que mola mazo. Pero me compro yo una igual, y ya estoy oyendo los gritos de mi padre, que si parezco un punki, que si nos vestimos todos de uniforme, que si nos falta personalidad. ¿Acaso me meto yo con sus corbatas? Y eso que se pone cada horterada… Luego dice que conmigo es imposible el diálogo. Pero ¿cómo voy a dialogar si siempre está criticando a mis amigos? Y me fastidia un montón que diga que el bakalao no es música ni es nada. Y que si nos pasamos el día enchufados a los videojuegos. Y que si en su época esto y lo otro…
Ostras, si es que no le gusta nada de lo que hay hoy. No sé por qué se empeña en vivir en un tiempo que ya no existe. Y en que yo sea de otra manera… Hombre, es verdad que me esfuerzo poco, pero tampoco quiero ser un pringao como mi hermano: todo el día estudiando, se le van a salir los ojos de las órbitas. Claro que tiene sus ventajas, porque al que le toca arrimar el hombro siempre es a este menda: «Ya que no estudias, por lo menos recoge la mesa…». ¡Es la leche! Y si mi hermano dice que un profesor es un capullo, le escuchan y hasta le dan la razón. En cambio a mí… Si cateo, la culpa la tengo yo: «sus motivos habrá tenido el profesor para suspenderte…». No se fían un pelo de mí. Si me dan dinero para la papelería, en seguida me están reclamando la vuelta. ¡Ni que fuera un chorizo! El caso es que mi padre presume de enrollado. Dice que estudiemos lo que queramos. Pero si le insinúo que quiero ser cantante, ni te cuento. Y no te digo bailarín. Que todo tiene que ser dentro de sus esquemas. Y si le contesto…,»¿Andrés, estás castigado!». Vamos, que, de todas todas, me pilla el toro. Claro que es peor que te quiten la novia. Y es que doy asco. Tengo más granos en la cara que una paella. Mi madre dice que es por el chocolate y la CocaCola y el chorizo y las hamburguesas. Pero no me voy a hacer vegetariano. Cuando pienso que ha sido Jorge quien me ha quitado a Sara, me sube una rabia por todo el cuerpo…
¿Cómo ha podido Sara irse con ese pelota? «Don Gerardo, he traído este libro sobre los romanos…» Es de alucine lo pelota que es. En cambio mis padres flipan con él, como va vestido de pijo. Les importa más la apariencia que la persona. Hombre, a veces son majetes. Y hasta tienen algún detalle. Como el día que saqué un sobresaliente en Química y apareció mi padre con unas entradas para ver el partido del Barça contra el Madrid. Si no me dieran tanto el coñazo con «Andrés, estudia»… Si eso ya lo sé yo, que tengo que estudiar. Pero no soy una máquina. ¿Cómo voy a ponerme a estudiar hoy si estoy hecho papilla? No puedo dejar de pensar en Sara y en ese Jorge de las narices […]
Espero vuestros comentarios y opiniones.
Deja una respuesta