- ISBN: 978-8425353864
Con Los ángeles de hielo, Toni Hill nos presenta una novela que podemos encuadrar en el género de novela negra, pero sin un detective como tal, aunque sí hay en ella una serie de crímenes que descubrir.
En la novela, aunque muy realista, no deja de flotar en todo momento un aire de fantasía, de cuento de fantasmas, de posesiones diabólicas, a la sombra de esas estatuas de ángeles que desde lo alto del centro observan a sus moradores y visitantes.
La novela nos lleva a la Barcelona de 1916 a la que nuestro protagonista Frederic Mayol, un joven psiquiatra de padre catalán y madre austríaca, decide regresar tras luchar en el ejército austro-húngaro, para trabajar en un sanatorio que en el pasado había sido un internado para señoritas, El Colegio de los Angeles, un lugar marcado por una oscura tragedia, la muerte de una estudiante y de una profesora que supuso el cierre del colegio. Por estos hechos ocurridos en 1908 es ajusticiado en 1914 un joven acusado de ser el autor por mas que él defendía su inocencia.
Ahora este colegio ha sido trasformado en un sanatorio psiquiátrico, aunque nada tiene que ver con muchas de las instalaciones psiquiátricas de la época, cárceles en las que se alojaba a locos peligrosos. Este centro se presenta mas bien como una clínica de reposo en la que curar trastornos maniacos o depresivos.
Pero la muerte de uno de sus pacientes en el sanatorio, un sacerdote que a su vez guardaba conexión con los extraños sucesos de la escuela, y una serie de asesinatos de antiguas alumnas, junto con el amor que siente por Blanca una de estas antiguas alumnas, lleva a Frederic a intentar desvelar los misterios del pasado, al tiempo que se ve asaltado por extrañas visiones.
La historia se va desarrollando en dos planos temporales uno a través del relato de la investigación de Frederic y otro por la transcripción del diario de la directora del colegio. Pero además nos va mostrando lo enrevesado de la mente humana, de como puede sumergirse en el mal hasta sus últimas consecuencias.
«Ninguna historia ha conseguido alterarme tanto como la que les voy a referir. Ya cuando la escuché de boca de su narrador me intranquilizó durante noches enteras, y a día de hoy, al evocarla, percibo que su efecto no se ha disipado con el tiempo. Al contrario: la maldad que transpiraba ese relato, la absoluta inmoralidad y el deseo perverso de hacer daño que la caracterizaban me inquieta ahora más todavía que antes».
Fragmento de la novela
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