Dentro de unos días La cadena de televisión española va a estrenar la serie La Sonata del Silencio, serie que está basada en la novela de Paloma Sánchez-Garnica que lleva su mismo título y que hoy os presento.
La Sonata del Silencio fue publicada en 2014 y hace aproximadamente un mes os presentábamos Mi Recuerdo es Mas Fuerte que Tu Olvido de la misma autora, Paloma Sánchez- Garnica, que había recibido El Premio de Novela Fernando Lara 2016.
La sonata del silencio es una novela de pasión, celos y sueños anhelados. Es la historia de una España de posguerra, de castañeras y carboneros, de cócteles en Chicote y de medias de nylon del estraperlo. Es un edificio cualquiera, donde la riqueza y la pobreza, el triunfo y el fracaso solo están separados por un tabique.
La Sonata del Silencio narra la historia de dos familias en plena posguerra española, con sus secretos, mezquindades, triunfos y fracasos. Las relaciones entre los Figueroa (Rafael y Virtudes) representantes de “la buena sociedad” y los Montejano (Antonio y Marta) amigos de siempre de Rafael, pero una lealtad mal entendida trastocará sus vidas. Cuando Antonio cae enfermo, Marta se verá obligada a ponerse a trabajar, exponiéndose a las murmuraciones del vecindario y a la indignación del esposo, humillado en su hombría. Pero a Marta se le presenta una inesperada oportunidad que le permitirá salvar su propia supervivencia y la de su hija, y encontrar, por fin, su lugar en el mundo.
No hay personajes principales ni secundarios, pues estos en algunos momentos toman tal protagonismo que cambian su importancia. Pero si mencionaremos un personaje, inmaterial, a destacar: La música. Pues será ella la que nos presente la novela y será ella la que nos despida. La música mueve a Marta hasta, incluso, desatender a lo que más quiere en la vida: Su familia. La música es su única vía de escape de una vida que no le pertenece y a la que nunca debería haber llegado.
Si algo nos fascina de la novela es lo maravillosamente que nos perfila los personajes para esta sociedad de los años 40, sobre todo ante la realidad de las mujeres. Nos encontramos ante una sociedad totalmente machista. La mujer está supeditada a la voluntad del hombre y necesitaba en todo momento la tutela del varón. Las mujeres no podían trabajar sino era con el permiso del marido o de una figura masculina, no podían abrir una cuenta bancaria y tenían, no solo que ser decentes, sino, también, parecerlo. Las mayoría de las mujeres aceptaban de mejor o menor grado, ese proteccionismo y algunas incluso lo defendían porque era lo que había que hacer, porque había sido siempre así y aquellas que se atrevían a sacar los pies del plato, aunque fuese para dar de comer a su familia, eran despreciadas, repudiadas, linchadas verbalmente.
Fragmento de la novela.
Marta Ribas de Montejano no dejaba de darle vueltas; lo habían perdido todo, su casa, su negocio, su vida; todo irremediablemente torcido como su una sombra negra se hubiera cernido sobre sus cabezas oscureciendo su horizonte, su futuro y su destino. Ante los primeros síntomas de la enfermedad que afectaba a la garganta y los pulmones de su esposo, no le había quedado más remedio que ceder a que Elena abandonase el colegio y se pusiera a trabajar, pero se sentía culpable de haber consentido que su hija fuera dependienta en una zapatería de caballeros, antes de aceptar la oferta que Virtudes Molina de Figueroa le había hecho para lavar y planchar la ropa de su casa. Se lo había ofrecido en varias ocasiones, sobre todo cuando se enteraba de que había recibos pendientes del alquiler o de que Antonio había solicitado algún adelanto del sueldo. «Antes de lavar tus trapos sucios me echo a la calles», le había espetado airada la primera vez que se lo propuso, y Virtudes Molina de Figueroa le había contestado muy ufana y ofendida que algún día le suplicaría el trabajo. La oferta le pareció a Marta denigrante y, sobre todo, ofendió su orgullo; pero de qué le servía el orgullo, se preguntaba una y otra vez, el mismo orgullo que, poco a poco, iba minando la salud de su marido por no pedir, por no suplicar si era necesario la penicilina que le arrebataría de la muerte segura. No quería ni pensar que pudiera pasarle algo a Antonio, no quería ni pensarlo porque entonces sí que estarían perdidas, dos mujeres, la viuda y la hija de un expresidiario, en aquel mundo de hombres y de poderosos, arrinconadas al lado de los infortunados, de los subyugados, de aquellos sobre los que ha recaído la sombra de la sospecha; en aquellos tiempos, semejantes condiciones en su contra presuponían un negro futuro.
Espero vuestros comentarios y opiniones.
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