El pasado 6 de abril salió publicada La Magia de Ser Nosotros de Elísabet Benavent mas conocida como Beta Coqueta, autora de Saga Valeria, Saga Silvia, Mi elección, Horizonte Martina y la novela Mi isla.
La Magia de Ser Nosotros es la continuación de La Magia de Ser Sofía una historia de amor diferente que habla de los sueños por cumplir, de las rutinas en las relaciones de toda la vida y de las conexiones entre seres que no se buscan y a quienes el destino se encarga de unir..
En la primera parte conocimos a Sofía, una chica sonriente, alegre y encantadora, que no buscaba el amor, pero que este toco a su puerta inesperadamente, haciendo saltar chispas por todos lados, a pesar de haber puesto resistencia finalmente cedieron al amor, la relación se volvió algo mágico a tal grado que han decidido iniciar una vida juntos, sin embargo, las cosas no siempre son lo que parecen y la realidad en algún momento cambia y se vuelve diferente, su relación con Héctor, ya ha pasado a un punto más sereno.
Ahora Sofía siente que eso que los hacia brillar ya no existe y siente que todo se ha vuelto normal de nuevo, por lo que tendrá que iniciar una travesía en la búsqueda de las respuestas para saber cuál será el destino de ambos, en donde deberá aprender que los errores pueden traer consecuencia y debemos afrontarlas, sin embargo la magia del amor puede estar más allá de las chispas iniciales, por lo que Sofía tendrá que encontrar cual será el final de su historia.
Fragmento de la novela:
1
EN EL HOYO
El despertador de Lucía invadió la habitación con unos pitidos horriblemente desagradables en intervalos de cuatro, como cada mañana. Yo ya estaba despierto. Los ojos e me habían abierto hacía un par de horas y había sido imposible volver a cerrarlos. Había soñado que había macetas de lavanda alrededor de la cama pero, al contrario de lo esperado, la habitación olía a café. A madera lustrada. A libros polvorientos. Los recuerdos se coloban por todas las grietas y despertaban los sentidos si se trataba de ella. No de Lucía, claro. De ella.
Durante esas dos horas de insomnio había observado en sielencio cómo a través de la ventana la noche iba clareando, pero aún no era de día.
Lucía se revolvió y suspiró al tiempo que apagaba el despertador. era pronto, el día anterior llegó tarde a casa y estaba cansada. Como yo pero de otra forma. Lo mío no sé si era cansancio o vejez prematura. La cantidad de años que no viviría junto a Sofía me hizo envejecer de repente.
Lucía se levantó de la cama, se echó encima una bata, caminó de puntillas por la habitación y mientras, yo fingía estar durmiendo para no tener que contestar a las mismas tediosas preguntas de todas las mañanas: «¿Has dormido?», «¿cómo te encuentras?», «¿Qué planes tienes para hoy?».
Desapareció caminado despacio hacia el baño y yo suspiré de alivio cuando cerró la puerta. Diez minutos más tarde regresó enrollada en una otalla y con el pelo húmedo. Se vistió con el siseo de la tela sobre la piel como único sonido y yo, aprovechando que estaba de espaldas, miraba cómo la claridad iba avanzando. Pronto los gritos de los niños llenarían el éter y sentiría un poco de alivio. Los niños me hacían sentir esperanzado porque, por más que doliera, el mundo seguía girando. Había más vida aparte de la mía. Esa que había jodido por elección propia.
Lucía se metió de nuevo en el baño para maquillarse y peinarse para regresar enseguida perfumada y lista, haciendo repicar los tacones sobre el parqué.
– Héctor…- Se sentó en mi lado de la cama y me acarició el pelo-. Cariño, me voy.
– Vale- respondí.
– ¿Has dormido?
– Sí.
– Te has movido mucho.- No contesté nada, solo me froté los ojos-. Bueno, no pasa nada. Coméntaselo al médico, ¿vale? No te olvides. A las diez.
– Vale.
Si no me lo hubiera recordado hubiera fingido olvidarme pero ahora… tenía que ir. Porque ella misma había llamado para pedir la cita, porque se había tomado muchas molestias y porque… estaba preocupada. Y porque yo quería una solución para lo mal que me encontraba, aunque fuese en forma de pastilla. Yo sabía perfectamente lo que me pasab. Me estaba muriendo de pena a la antigua. Como las damieselas de las novelas de amor de otros siglos. Así era yo. Un mierda. […]
Espero vuestros comentarios y opiniones.
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