Héroe a Mi Pesar de María Menéndez-Ponte fué publicada en 2015 mas de 10 años después de escribir Nunca Seré tu Héroe, una novela que ha sido y es casi de lectura obligada en muchos institutos. De hecho si hoy os la traigo aquí es por este motivo, es una lectura que mi hijo me ha pedido sin ser obligatoria en el instituto, porque la primera, que si lo fue, le encantó. Así que…, algo tendrá.
Y es que Héroe a Mi Pesar es una novela realista que aborda con humor los problemas cotidianos de los adolescentes.
A pesar del tiempo transcurrido entre las novelas, la voz de Andrés sigue igual de fresca que entonces. Su personaje, tras lo ocurrido en la primera parte, ha madurado y es muy difícil no identificarse con sus cambios de humor, sus dudas a la hora de tomar decisiones, sus ideas, sus reflexiones…Cuando cree que todo empieza a tener sentido surgen nuevas situaciones que lo vuelven a sumir en el desconcierto. La amistad y el amor, serán sus grandes bazas para encontrar su camino.
La novela introduce las nuevas tecnologías como el whatsapp o los blogs acercando la historia a nuestro día a día, en ella la autora trata temas tan a la orden del día como la violencia de género, el bullying a través de las redes sociales, los refugiados o la crisis económica. Todo un acercamiento a la visión adolescente de nuestro mundo.
Primer Capitulo
1
¿Y a esto le llaman ser héroe? Lo que soy es un pringado, macho. Se me presentan un montón de ocasiones para reconquistar a Sara, y voy y renuncio a todas y cada una de ellas. Hace meses las habría atrapado al vuelo, como el perro al que le lanzas un hueso, y ahora que tengo en mis manos la oportunidad de que plante a Jorge, no solo no la aprovecho, sino que le aconsejo que no lo deje. Ni los mártires cristianos, chaval. Pero es que el pobre está hundido, hecho mierda, no hay quien lo reconozca. Ha perdido esa mezcla de seguridad y chulería que le caracterizaba y no es ni sombra de lo que era. Por más que intento convencerlo de que los nazis que me metieron el navajazo le lavaron el cerebro para que entrara en su organización, no hace más que fustigarse con que toda su vida ha sido una farsa, una gran mentira, que ya no sabe ni quién es, que si su padre lo abandonó porque se dio cuenta de cómo era… ¡Pero si tenía ocho años cuando se largó de casa! Precisamente él fue el culpable de sus males. «Da igual –me respondió–. Mírame, no soy más que un espantapájaros, todo apariencia. Voy a tener que empezar de cero». Sus palabras se han metido en mi cabeza como las palomas en la terraza de casa, no se van de ahí ni con agua caliente. Por eso, cada vez que Sara me insiste en que ya no puede seguir con él, soy incapaz de decirle que lo deje. Sería un buitre si me aprovechara de esta circunstancia. Aunque también la entiendo a ella cuando me explica que el Jorge del que se enamoró no existía, que era falso, y que lo que ahora siente por él es una mezcla de pena y de cariño, que el amor «se ha desinflado». Y yo me lo imagino como un suflé que lleva mucho rato fuera del horno.
–Bueno, todos cambiamos –alegué en su favor–. No tienes más que mirarme a mí.
–No, Andrés, tú has madurado, que es muy diferente –me respondió, y lo dijo con admiración. Casi rozo el cielo del subidón que me dio.
Ahora mismo tendría que estar con ella en lugar de anudándome la corbata para ir a una fiesta que maldita la gracia que me hace. ¡Por favor! ¿Qué tipo de gente organiza una fiesta en la que tienes que ir con traje y corbata? Debería haberme negado cuando me lo comentó mi madre. Pero me pilló con la guardia baja, menudo pardillo. ¿Qué se me ha perdido a mí en una fiesta donde no conozco a nadie y que seguro está llena de pijos insoportables? Y todo porque se encontró con nuestro pediatra, que es amigo suyo desde que eran pequeños. «Ay, Andrés, no sabes la ilusión que le hace que vayas a la fiesta de su hija. No te puedes negar. ¡Con la de veces que ha tenido que coserte la cabeza, y curarte cuando estabas malito, y salir corriendo de madrugada para operarte de urgencia! Por no hablar de cuando te tragaste la moneda… Además, seguro que habrá un montón de chicas guapas». Menuda chantajista.
Me sonó el móvil. Era ella para anunciarme que estaban llegando. Habían pasado el día en la sierra, en el chalé de unos amigos, y se habían ofrecido a llevarme a la fiesta. ¡Qué majos! ¿Por qué te quiero, Andrés? Por el interés. Está claro que se quieren asegurar de que no me «pierda» por el camino. ¡A buenas horas lo habrían hecho si se tratara de un concierto! «Te coges el metro, que para eso está», me habrían dicho. Menuda rabia me ha dado tener que decirle a Sara que hoy no podía quedar con ella. Pero así de triste es la condición de héroe, chaval. Yo creo que el calzoncillo ese que le quitaron a Superman cuando lo modernizaron me lo han endosado a mí y me he convertido en el Capitán Calzoncillos.
Estaba terminando de acicalarme en el baño, cuando mi querida hermanita fastidió mi momento «soy Bond, James Bond» irrumpiendo como una loca.
–¡Puaj, tío! Te has echado lo menos un litro de colonia. Si cometes un crimen, les va a ser fácil seguirte el rastro.
–Piérdete, Paulita.
–¿Piensas ir con esos pantalones?
–¿Qué les pasa? –me alarmé.
–Que parece que vas a ir a coger berberechos.
De dos zancadas me planté en su cuarto y me abalancé sobre el espejo de la puerta de su armario, que era de cuerpo entero. Comprobé que, efectivamente, me quedaban cortos. Como nunca me vestía en plan elegante… ¡En menudo marrón me había metido mi madre! ¡Una fiesta de traje y corbata!
–¡Vaya mierda! Esto me pasa por ser complaciente, tendría que haberme negado a ir.
–Bájatelo un poco más de cadera, y listo. Por lo demás, estás guapísimo. Deberías ir siempre con corbata. Si te viera Andrea…
¡Qué tía! No perdía la ocasión de venderme a su amiguita. Fui a mi cuarto para ponerme el blazer.
–¡Ostrás! ¡Y encima las mangas también me están cortas! ¿Qué es esto, una conspiración?
–Eso te pasa por acaparar la altura de toda la familia. Podías darme a mí los centímetros que te sobran. ¡Hay que ver qué mal repartidos están los metros en esta casa!
De nuevo me sonó el móvil. Era una perdida de mi madre, ya estaban aquí. ¡Hala, al matadero!
Espero vuestros comentarios y opiniones.
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