El pasado 4 de abril salió publicada Los Ritos del Agua, la segunda parte de La Trilogía de la Ciudad Blanca que Eva García Saénz de Urturi comenzó con El Silencio de la Ciudad Blanca, hace ahora un año.
En esta nueva novela, Los Ritos del Agua, la autora nos presenta un nuevo caso a resolver por el protagonista el inspector Unai López de Ayala, alias «Kraken», un experto en perfiles criminales. Él, junto con su compañera Estíbaliz y la subcomisaria Alba Díaz de Salvatierra con la que mantiene una relación, serán los encargados de resolver una serie de asesinatos que vuelven a aterrorizar a la ciudad de Vitoria.
En esta ocasión la novela empieza cuando Ana Belén Liaño, la primera novia de Unai López de Ayala, aparece asesinada en el túnel de San Adrián, un lugar transitado desde hace milenios en la frontera entre Álava y Guipúzcoa. Unai y su compañera Estíbaliz descubren que Ana Belén estaba embarazada y que ha sido ejecutada según un antiguo ritual celta de 2.600 años, la Triple Muerte celta: quemada, ahorcada y sumergida en un caldero de bronce de la Edad del Hierro.
De nuevo ritos ancestrales y la relación entre dos momentos temporales, el actual y 1992. Una novela policiaca negra, con un ritmo trepidante que volverá a cautivarnos.
1992. Unai y sus tres mejores amigos —Asier, Jota y Lutxo— pasan el verano como voluntarios en la reconstrucción de un poblado cántabro. Allí conocen a Ana Belén Liaño, una enigmática dibujante de cómics conocida como Annabel Lee, a la que los cuatro consideran su primer amor y a Saúl Tovar, el carismático profesor de historia que supondrá la figura paterna que todos ellos añoran.
2016. Kraken debe detener a un asesino que imita los Ritos del Agua en lugares sagrados del País Vasco y Cantabria cuyas víctimas son personas que esperan un hijo. La subcomisaria Díaz de Salvatierra está embarazada, pero sobre la paternidad se cierne una duda de terribles consecuencias. Si Kraken es el padre, se convertirá en uno más de la lista de amenazados por los Ritos del Agua.
Fragmento de la novela:
PROLOGO
EL TÚNEL DE SAN ADRIÁN
17 de noviembre de 2016, jueves
—Estoy embarazada desde agosto —me susurró Alba, pendiente de mis gestos—, desde las fiestas de la Blanca, Unai.
Recuerdo la intensidad de aquella sensación. La sonrisa involuntaria que me iluminó noviembre. Alba embarazada. De mí. Calculé de cabeza, catorce semanas. Aquel hijo había vivido ya más que mis mellizos. Catorce semanas. Fuera de los peligros del primer trimestre. Un hijo, una hija. Alba y yo íbamos a ser padres.
Cerré los ojos, me recreé en aquellos momentos, los más felices en años. Giré la cabeza hacia el mirador de mi salón; en el exterior, una Vitoria entumecida se deshacía en lluvia y casi no podía ver los balcones blancos, al otro lado de la plaza de la Virgen Blanca. Me daba igual, el calor que sentí, venas adentro, habría podido caldear un universo.
Pero cuando me fijé en su rostro capté una muda advertencia en su mirada, una mala noticia que se avecinaba.
—¿Qué? —escribí sin comprender—. ¿Qué pasa? Sé que no es forma de empezar una relación, pero… Alba frenó mis dedos sobre la pantalla.
—No tengo forma de saber, ahora mismo, si el hijo que espero es tuyo o de Nancho.
La mención del que fue su marido y el sonido que provocaba estallaron en algún lugar de mi cerebro y me dejaron seco como una detonación de bala. Él estaba muerto, pero ¿su simiente seguía viva en el vientre de Alba?
Para los que no conozcan mi historia previa, resumo en unas líneas: me llamo Unai López de Ayala, trabajo como perfilador en la Unidad de Investigación Criminal de la comisaría de Vitoria. A efectos prácticos, todo el mundo me conoce como Kraken. Tengo una afasia de Broca, el asesino en serie del anterior caso que resolví como pude casi me lleva por delante y me incrustó una bala en el cerebro. Todavía no soy capaz de hablar, salvo algún graznido que emito cuando no queda más opción. Pero me comunico eficazmente gracias a un programa de edición en mi móvil.
Y eso es precisamente lo que trataba de conseguir con mi jefa, la subcomisaria Alba Díaz de Salvatierra, la mujer que además…, bueno: ella.
Pero en ese momento, en el peor de los momentos, recibí un whatsapp de Estíbaliz, mi compañera. La maldije por aquella inoportuna intromisión:
—Kraken, siento interrumpir lo-que-sea-que-estés-haciendo-ahora-y-mira-que-me-alegro-por-ti, pero los de la Científica están procesando el escenario de un crimen en la zona alavesa del túnel de San Adrián. La subcomisaria Salvatierra tiene el móvil apagado. Me gustaría que vinieras conmigo, es importante.
Le hice un gesto a Alba para que leyera también el mensaje. Cruzamos una mirada preocupada y ella se apresuró a tomar el móvil del abrigo de su bolsillo y lo encendió.
—Esti, siento que tengas un aviso, pero yo estoy de baja. La subcomisaria te llama ahora mismo. ¿Qué ha ocurrido? —escribí.
—Mujer joven, colgada de una soga por los pies, posible muerte por inmersión.
—¿Inmersión, en lo alto de un monte? —contesté sin pensarlo. Creo que el perfilador encendió el interruptor sin mi permiso en cuanto detectó aquella incongruencia.
—Así es. Tenía el cuerpo sumergido hasta la altura de los hombros en un caldero de bronce lleno de agua, Kraken. Una pieza arqueológica, de museo, habrá que consultar con un experto, pero parece que es un caldero de la época celta. Una muerte muy extraña, un escenario muy elaborado. No es un homicidio cualquiera. Quiero pedirle a la subcomisaria que hable con el juez Olano para que te autorice a estar presente en la inspección ocular en calidad de perito. Espero equivocarme, espero que no nos tengamos que enfrentar de nuevo a un asesino serial, pero tú eres uno de los mejores perfiladores que conozco y necesito que, si me asignan el caso, estés a mi lado para asesorarme.
No pude evitar hacer conjeturas, no pude evitar imaginarme el escenario y desear verlo con mis propios ojos. Pero me frené. Continuaba de baja, seguía sin hablar, ya no estaba en activo. No podía ayudarla.
—De acuerdo. Parece muy inusual, pero puedes hacerlo sola, yo no puedo ni debo ir —recalqué con la esperanza de que no siguiera insistiendo.
—Kraken…, antes de que te enteres por la prensa, que la habrá, prefiero decírtelo yo misma. Te estoy dando la oportunidad de que vengas conmigo y veas el escenario y a la víctima. Creo que me lo vas a echar en cara toda la vida si no te lo cuento ahora.
—No entiendo nada, Esti.
—La chica iba documentada. No le robaron la cartera y estaba en el suelo, posiblemente se le cayó del bolsillo.
—¿Quién demonios es? —escribí inquieto.
—Es Ana Belén Liaño, tu primera novia. La chica con la que saliste antes de lo que ocurrió aquel verano en el campamento cántabro…
—Ya, Esti. Ya —la frené incómodo—. ¿Tú qué sabes de todo aquello?
—Lutxo le contó toda la historia a mi hermano.
«Annabel Lee», pensé, sin querer aceptarlo. Nunca la imaginé muerta, a pesar de cuánto le gustaba jugar con la muerte y todos sus ritos.
«Annabel Lee está muerta.»
—Hay otra cosa, debes saberlo.
—¿Qué más puede haber?
—Estaba embarazada.
Espero vuestros comentarios.
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