- ISBN: 978-8423350681
El 22 de Marzo salió publicada esta novela Final de Travesía de Jesús Ulled, la segunda novela de este autor de la que os dejo la reseña de su editor.
1937. Antonio Altemir se halla a bordo del Catania rumbo a Buenos Aires, con el fin de reunirse con su esposa Elisa y su hijo recién nacido, a quien todavía no conoce. Antonio ha estado a punto de ser fusilado por Franco. Salvado in extremis por el general Cabanellas y encarcelado durante meses, decidió enviar a Elisa de vuelta a su país natal, Argentina, para protegerla, a ella y a su futuro hijo, y alejarlos a ambos de un país y unas ilusiones que se derrumban con la llegada del franquismo. Con la mirada optimista y la ilusión de reunirse con su familia, pero el corazón triste por dejar su tierra, sus luchas y sus amigos atrás, Antonio recordará, con melancolía, lo que ha sido su vida hasta entonces. A través de su memoria reviviremos la historia de la familia de los Altemir, una familia acomodada de Aragón que un buen día decidió, como muchos, emigrar a Cataluña, una tierra con más oportunidades alas puertas del siglo XX, situándose en la Barcelona de principios de siglo. Antonio, el hijo menor de la familia, y sus hermanos se implicarán desde muy jóvenes con los movimientos políticos anarquistas capitaneados por Lerroux, y mientras sus hermanos deciden estudiar derecho, él dirige sus esfuerzos al periodismo, que vive con gran pasión y como la puerta a la libertad de expresión y el cambio social.
Así empieza esta novela
Una ráfaga de aire frío y húmedo le devolvió a la realidad de aquella inhóspita mañana de principios de mayo de 1937. Acodado en el pasamanos del Catania, sus pensamientos volaban lejos y apenas prestaba atención al ajetreo de los pasajeros que se despedían, con gritos que ya nadie podía oír en la distancia, de parientes y amigos que agitaban manos y pañuelos en el muelle del puerto de El Havre, conscientes de que sus gestos se difuminaban a medida que el buque se alejaba, pero deseosos de prolongar el momento del adiós, porque intuían que, quizá, los que se marchaban nunca regresarían.
A Antonio Altemir no le estaba despidiendo nadie. Tampoco le importaba, por más que habría resultado insólito que alguien viniese a hacerlo a aquel puerto tan alejado de su país y tan indiferente ante el sufrimiento de muchos de los que viajaban en aquel barco. Escapaban, como él, del horror y del miedo de una guerra entre hermanos, la más terrible de todas las posibles. Algunos dejaban atrás seres queridos a los que nunca volverían a ver; otros, tumbas en las que jamás podrían depositar un ramo de flores. Y la mayor parte viajaban sin un horizonte preciso ni un futuro predecible a países de los que apenas sabían nada. Unos, con el único capital de sus manos y de su voluntad de salir adelante a costa de su esfuerzo y su sacrificio. Otros, pocos, con el dinero que habían podido poner a buen recaudo.
Visto de este modo, él podía considerarse afortunado. Alguien le estaría esperando al final del viaje para brindarle un nuevo comienzo. Pero le atormentaba la certeza de que nunca podría dejar de volver la vista al pasado, y sentía rabia y frustración por todo lo que había dejado atrás y nunca iba a recuperar. Lucha, ilusiones, sacrificio, peligro de muerte a veces, cárcel. En suma, una vida entera dedicada a convertir en realidad palpable aquellas ideas que, por una paradoja cruel, sólo pretendían mejorar la existencia de los que apenas un año atrás le habían perseguido a muerte.
Espero vuestros comentarios.
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